Despertamos un día y todo parece obscuro, difícil, contrario, desfavorable, todo parece que nos sale mal, y es que algunas cosas dependen de nosotros, mientras que otras son producto del destino y eso es innegable, hay fuerzas intangibles, que controlan con cierto limite los hilos de nuestra vida, Maquiavelo uno de los filósofos, que conoció de cerca los altibajos del poder y la fuerza del destino dijo: la fortuna o destino puede compararse con el caudaloso rio que anega sus riveras e inunda la heredad del labriego incluso su casa, sin embargo que el rio se desborde en tiempos de lluvia, no impide que el labriego en el verano construya diques y muros para contener las aguas y evitar el desastre cuando llegue el invierno. En otras palabras responsabiliza al hombre del cincuenta por ciento de lo que le sucede y a la suerte o destino del otro cincuenta por ciento, y observando la vida y nuestra propia existencia nos damos cuenta que es así, entonces que podemos hacer, para evitar “el desbordamiento del rio” para que los imprevistos no nos tomen por sorpresa, la respuesta sería, estar preparados para las contingencias, prever en un vislumbre de intuición, lo que puede suceder y tomar las medidas necesarias para evitar o cuando menos disminuir, los efectos de cualquier suceso repentino.
Y cuando hayamos hecho lo que toca a nuestra parte, poner nuestra vida al cuidado y protección de Dios, dejando a su inmensa sabiduría la dirección de nuestra vida.
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