domingo, 24 de junio de 2012


“Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada” - Frase en una película de Bruce Willis
                                                                 
Es común observar como en nuestros lugares, las personas de  un determinado barrio o colonia, se plegan a las exigencias de los delincuentes, que, o bien han llegado subrepticiamente al lugar o son de allí mismo. El temor de ser asesinado está latente en los habitantes, quienes se ven impotentes para defenderse de las amenazas de éstos malvivientes. No pueden denunciarlos porque como ellos mismos lo expresan hoy no se puede confiar en nadie.
 Sin embargo hay una enorme verdad en la reflexión del inicio, si las personas honradas nos uniéramos, impidiendo que estos grupos tomen fuerza, las cosas serían diferentes. Hay ejemplos de lugares donde sus habitantes, cansados de ser humillados y agredidos extraen fuerza de su impotencia y enfrentan unidos a los delincuentes, muchas veces hasta quitándoles la vida.
El ser humano tiene un límite para todo, las molestias excesivas por parte de delincuentes sean estos disfrazados de políticos u otros comunes como los ladrones, etc... Terminan por menguar las pocas reservas de paciencia de las personas que en un esfuerzo por librarse del yugo de la opresión toman la venganza por sus propias manos, no importándole en última instancia las consecuencias de su osadía.
Dice un antiguo proverbio que: “¡El hombre está hecho de la madera  que están hechos los arcos, mientras más se les dobla más resistencia ofrecen!”
Hoy vemos jóvenes que gozan de perfecta salud, presa de las drogas, que al no trabajar, carecen del dinero para conseguir la droga, dedicándose a practicar el robo y toda clase de delitos, para agenciarse  de la dañina substancia.
Cada día hay más personas que no tienen empleo, que lo único que les queda es robar, los vecinos hasta se conforman diciendo: “con tal de que no me robe a mí, que le robe a cualquiera.” Más no saben que al llamarse al silencio se perjudica ella misma, pues llegará el momento que otro ladrón, de otro sector de la ciudad, vendrá y le robará lo poco que tiene.
Al callar nos hacemos cómplices, el otro día me contaba una vecina, que se le habían metido a su casa y le habían robado una computadora portátil, que no era de ella y esto a plena luz del día. Como a la semana vino la policía a hacer preguntas, fue lo único que hicieron, aduciendo que si no habíamos visto al delincuente no podían hacer nada.
Explicando también que los ladrones del pueblo ya se conocían y que aunque se capturaran, a los días los dejaban libres por falta de pruebas. Entonces ¿Qué queda por hacer?






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