Sentado en una acera, a las 5.00
pm disfrutaba viendo los transeúntes recorrer las tranquilas calles de
Siguatepeque.
Repentinamente y sin previo aviso
un joven de aproximadamente 25 años se sentó a mi lado, me hizo unas preguntas
amablemente las cuales respondí con la misma amabilidad. Posteriormente iniciamos
una larga conversación sobre temas sin importancia pero entretenidos.
Por ese tiempo ya ingería alcohol
en todas sus presentaciones, como vi al joven como una persona amigable lo
invite a dar una vuelta por el “centro”. En el trayecto se nos unió otro amigo.
Lo primero que hicimos fue
introducirnos a un expendió de bebidas alcohólicas, pedí tres octavos de
Yuscarán y los bebimos. El primer joven salió fuera del negocio y en la
penumbra sacó un cigarro y lo fumaba con extrema ansiedad, se notaba en su
rostro como lo disfrutaba. Termino el cigarro y se introdujo al expendio.
Ingerimos varios tragos más, recorrimos otros
lugares, incluso compartimos con unas hembras algunos momentos, cuando ya nos retirábamos
para nuestras casas, el joven fumador sacó otro cigarro, con gran habilidad lo
encendió, no era el común cigarro de tabaco.
Era uno de marihuana, cuando
inhalaba su humo lo hacía con una demostración de placer y felicidad, la
curiosidad nos incito a solicitarle un sorbo, primero no quería, aduciendo que
nos iba a gustar, y que costaba conseguirla, al fin accedió, la reacción que
experimente después de 7 “chupadas” fue terrible.
El otro muchacho, demostró más
adaptación al alucinógeno, a tal extremo que le solicitaba más al “amigo” éste
se la proporcionaba alegremente.
Todos los días llegaba el “muchacho
fumador” a sentarse a la acera y disfrutaba su “carruco” daba ganas pedirle, lo
hacíamos y el accedía, en el lapso de una semana ya nos tenía como
consumidores. A los quince días éramos
sus clientes.
Un día fumé demasiada “M” y casi
me muero. Decidí con la ayuda de Dios abandonarla, no así el alcohol.
El otro amigo fue cliente asiduo
del “muchacho fumador” por años. Se convirtió en adicto y hoy es una persona
despreciada por amigos, familia y sociedad. Terrible pero cierto.
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