viernes, 26 de octubre de 2012


Benjamín Franklin siempre se consideró un ciudadano común. Uno de diecisiete hijos, su padre era comerciante, fabricante de velas que estaba muy lejos de ser adinerado.

Tuvo una niñez típica, asistió a la escuela por solo dos años y ya a la edad de doce años trabajaba con su hermano como aprendiz en el oficio de imprenta.
Franklin trabajó duro y vivió una vida sencilla. Gobernaba sus acciones de acuerdo con trece virtudes, basado en las cuales se evaluaba diariamente.

A la edad de veinte años comenzó su propio negocio de imprenta. Si hubiera estado satisfecho con lo que había alcanzado, su nombre habría sido poco más que una nota de pie de página en la historia de Filadelfia. Sin embargo, vivió una vida extraordinaria.

 Fue uno de los padres de la independencia de los Estados Unidos y un gran líder de la nación que nacía. Fue coautor de la Declaración de Independencia, y más tarde ayudó a escribir el Tratado de París y la Constitución de los Estados Unidos. (Fue el único que firmó los tres tratados.)

Durante la guerra, fue seleccionado para llevar a cabo en París una misión diplomática secreta difícil y peligrosa, con el fin de buscar apoyo militar y financiero para la Revolución.

¿Qué fue lo que le dio a un comerciante norteño la oportunidad de ejercer tanta influencia entre los terratenientes adinerados, predominantemente sureños, que encabezaban la guerra de independencia? Creo que fue su increíble capacidad de trabajo.

Por siete décadas, sobresalió en todo lo que tocó. Cuando en 1726 comenzó su propio negocio de imprenta, la gente creía que Filadelfia no podía sostener a un tercer impresor, pero él estableció rápidamente una reputación como el más habilidoso y activo impresor de la ciudad.
Pero este logro tampoco lo dejó satisfecho. Franklin era curioso, y continuamente buscaba formas de mejorar, tanto a él como a otros. Expandió su imprenta al área de edición.

 Así, publicó el destacado Almanaque del pobre Richard. Hizo importantes experimentos con la electricidad y acuñó muchos términos que siguen en uso hasta hoy. Inventó numerosos artículos tales como la estufa, el catéter, y los bifocales. Y como viajaba frecuentemente por el Océano Atlántico, se encargó de trazar la carta de la Corriente del Golfo.

 Su actitud hacia la vida podía verse en un aforismo que escribió para su almanaque: «No escondas tus talentos. Fueron hechos para usarlos. ¿Qué podrá hacer un reloj de sol en la sombra?»

Las evidencias de los talentos de Franklin fueron muchas. Ayudó a establecer la primera biblioteca de Filadelfia. Inició el primer departamento de bomberos de la nación. Desarrolló el concepto de aprovechar mejor la luz del día. Y tuvo muchos cargos de servicio al gobierno.
Pero más que nada, se le reconoce por su habilidad. A veces, sin embargo, tenía que dejar que su capacidad hablara por sí misma. En cierta ocasión en que trabajaba en el mejoramiento de la agricultura descubrió que la argamasa hacía que los granos y la hierba crecieran mejor.

 Pero sus vecinos no eran gente fácil de convencer. ¿Qué hizo, entonces? Cuando llegó la primavera, fue a un pedazo de suelo junto al camino, con sus propias manos cavó surcos en forma de letras, puso argamasa y luego esparció semilla de pasto en los surcos.
 En las semanas siguientes, cuando la gente pasaba por allí, podía ver letras verdes que crecían más brillantes que el resto del campo. Y pudieron leer, «esto ha sido abonado con argamasa». La gente captó el mensaje.
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