domingo, 5 de mayo de 2013

Transeunte con resacaSon exactamente las 3.00 de la madrugada en el pueblito de Dulce Nombre de Copán, las débiles luces del alumbrado público medio iluminan las calles solitarias. 

El único sonido que rompe el silencio nocturno es el canto triste de los gallos, el de los grillos y el de una que otra ave cuyo nombre se ignora.

La silueta de una figura masculina se dibuja en “las medio iluminadas” y abandonadas callejuelas­­­­-¿Qué buscará ese sui generis transeúnte?
Sus pasos no poseen el andar seguro del trabajador, ni la precisión marcada del vigilante nocturno. 

Se observa en su caminar una especie de debilidad para mover sus extremidades, parece sumamente inseguro, su cuerpo flojo y su postura desgarbada indican que algo no marcha bien en su organismo.

Pareciera que camina sin rumbo fijo, sin embargo repentinamente se detiene frente a una casa de la cual pende un rótulo que señala al lugar como una cantina.

Toca la puerta pero nadie le responde, lo intenta nuevamente. Esta vez obtiene respuesta y desde una ventana se observa cómo alguien saca un vaso plástico, el transeúnte lo toma en sus manos con un visible temblor, lo lleva a su boca e ingiere su contenido, escupiendo luego de tragar hasta la última gota de aquel liquido que lo mantiene recorriendo las “poco iluminadas” calles de un pueblo sumergido en los pesares, en los elusivos jolgorios y en las recalcitrantes melancolías de un pasado que no ha querido marcharse.



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