En la actualidad son muchos los que se aventuran a la consecución de cargos públicos a través de las elecciones, en estos meses previos a las contiendas electorales, la mayoría de candidatos ofrecen las once mil vírgenes con tal de hacerse con un puesto de los disponibles. Es loable que cualquier ciudadano ofrezca sus buenos oficios para el bien del municipio o del país, no obstante la mayoría de los que participan ya lo han hecho con anterioridad y han tenido la oportunidad de servir con eficiencia a los intereses de las mayorías. Se observa que lo que han realizado es tan exiguo, que apenas puede ser calificado de regular en los mejores casos.
Y es que en su mayoría los que dicen servir lo que en realidad hacen es lo que suponen, piensan o deducen que es lo que deben hacer, no tomando en cuenta lo que la mayoría debería priorizar en reuniones o asambleas municipales, promovidas con asiduidad para obtener una participación aceptable.
Causa justa irritación ver como estando ya en posesión de sus cargos lo que más hacen los servidores públicos, es servirse a sí mismos; pero lo que más causa indignación es como con un descaro que no conoce límites vuelven a engatusar a la gente incauta para que voten por ellos, aprovechándose de la ignorancia imperante en las paupérrimas masas.
Estoy más que seguro que la Divina providencia que todo lo ve, les cobrará por su desvergüenza y nuestros ojos verán cómo cada uno recibe la retribución de su injusticia, de su maldad y de su egoísmo recalcitrante.
Algunos de los actuales candidatos a cargos públicos, aun sirven en éstos puestos, deberían con buenas acciones, con obras de autentico interés social, y no con alguna que otra bolsa de cemento y delgadas láminas de cinc, ganarse el favor popular. Todavía hay tiempo.
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